Boyacá

 martes 03 de abril de 2018

 

La gran belleza y riqueza de Gachantivá Viejo

Foto: RNSC COCHAHUAIRA

Un lugar para recordar y reconocer la trayectoria del hermoso municipio del Alto Ricaurte.

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A medida que caminamos hacia el sur occidente, el paisaje de Gachantivá cambia; del frondoso y húmedo bosque alto andino, pasamos al seco y árido, o montano seco. En muy pocos kilómetros nos encontramos en un espacio muy diferente, cambia el clima y por lo tanto la vegetación se hace escasa y es notoriamente más caluroso. Empezamos un descenso suave y constante hacia el valle de Saquencipá, donde confluyen varios Municipios de lo que se denomina el Alto Ricaurte.

Se vislumbran las fronteras con Santa Sofía en la franja occidental; más hacia el centro Sutamarchán y al fondo, hacia el oriente, Villa de Leyva.

Es un paisaje abierto que permite ver el relieve armonioso de los andes nororientales, que en esta parte generan unas suaves hondonadas donde se puede apreciar lo que fue antiguamente un mar, en el período cretácico, hace unos 140 millones de años. Ésta condición de mar interior posibilita observar en algunas partes cómo fueron evolucionando las diferentes capas geológicas del planeta.

En esa frontera regional del Valle de Saquencipá aún huele a mar. Su clima seco y con clara tendencia a la desertización alberga paisajes que evocan esa antigua condición marina. Es posible encontrarse grandes rocas diseminadas a lo largo y ancho de este majestuoso territorio. También fósiles de caracoles, incluso posee el honor de ostentar uno de los hallazgos paleontológicos más antiguos del planeta.

El límite de Gachantivá hacia el sur oriente es el río Moniquirá, alimentado por el río la Cebada y éste a su vez subsidiario del Suarez. En esas franjas húmedas se encuentra uno de los bosques más exóticos del planeta, el montano seco. En este lugar hubo vestigios de antiguos asentamientos Muiscas y fue allí donde los padres dominicos construyeron la primera iglesia para empezar el proceso de evangelización de las comunidades indígenas que habitaban la zona. En medio de este paisaje desértico se puede observar la nave abierta de lo que fue la iglesia, construcción en piedra y barro que aún subsiste y data de 1715, levantada por los indígenas con indelebles muestras de sincretismo puro, manifiestas en el altar que apunta hacia la Montaña Sagrada del Iguaque y dos de los muros que sobreviven representan lo masculino y lo femenino creando un efecto espacial en el ambiente. La lluvia y el viento corroen lentamente estos muros, de noche campean mil luceros que hacen de éste lugar un mágico espacio, en donde el límite se pierde y se funde en el universo. Ese fue el inicio de Gachantivá, un asentamiento que se mantuvo hasta principios del siglo 20.

La escasez de agua fue el detonante para que se empezara a buscar otro lugar de asentamiento y paulatinamente las gentes se fueron trasladando a un sitio más al norte, en una zona con abundancia de agua denominado Quebradas. Cuenta una leyenda que el santo patrono San Ildefonso no quería aceptar el traslado de la iglesia y por las noches desandaba el camino hacia donde estaba la Iglesia original. Finalmente se construyó la iglesia nueva y el pueblo creció y se consolidó estableciéndose en donde actualmente existe.

Jairo Barbosa RNSC COCHAHUAIRA

Fuente: Jairo Barbosa.

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La gran belleza y riqueza de Gachantivá Viejo