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 miércoles 09 de marzo de 2016

 

Aldemar Reyes, el heredero del legado de Mauricio Soler

Foto: El Espectador.

Es uno de los máximos representantes de la estirpe boyacense en la escena del ciclismo nacional actual.

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Era 17 de julio de 2007, Mauricio Soler tomaba la última curva del mítico Galibier, cientos de aficionados golpeaban las barandas a lado y lado de la carretera, el dolor físico se confundía con la gloria en una sonrisa que se dibujaba en su delgado rostro y, luego de más de cincuenta kilómetros de fuga en solitario, se proclamaba victorioso en la novena etapa del Tour de Francia.

En Ramiriquí (Boyacá), su pueblo natal, unos se abalanzaban emocionados sobre las pantallas de los televisores para ver lo hecho por su coterráneo y otros, como en los 70, seguían la transmisión en la radio mientras los pitos de los carros vitoreaban, las personas se abrazaban, las mechas ardían, las cañas volaban y la pólvora estallaba en el parque municipal.

Probablemente, nadie allí ha olvidado la histórica jornada del pedalista boyacense, pero de seguro, nadie la recuerda con el cariño que lo hace Aldemar Reyes Ortega, pues fue ese el momento, cuando apenas tenía 12 años, en el que motivado por un sentimiento de infinita admiración decidió que la bicicleta sería su compañera de vida, aun cuando por aquel entonces no contaba con una propia.

En la casa la única bicicleta que había era la que el padrino de su hermano Yeison le había regalado a su ahijado, así que Aldemar ofreció comprársela con unos ahorros que sumaban más o menos cuarenta mil pesos y empezó a salir con ella por las carreteras aledañas. “Fue una ‘bobería’ de niños” recuerda entre risas.

Días más tarde, contagiado por la fiebre que se vivía entre los jóvenes de la región por el ciclismo, se vinculó a la escuela de formación dirigida por Omar Soler, el hermano de Mauricio Soler.

Salía todos los días a las cinco de la mañana con sus compañeros de equipo y recorría las sendas empinadas de la comarca, llegaba a la casa hacia las siete de la mañana con el tiempo justo para alistarse y salir a estudiar, no sin antes recibir la bendición de su mamá.

Reconoce que la rutina era exigente: “a veces yo llegaba muy cansado a clase”. Sin embargo, sabía que no podía descuidar su estudio pues su familia y él estaban acostumbrados a las buenas notas y sus salidas en bicicleta dependían en buena medida de ellas. Pero un día, ya cuando el agotamiento llegó a su límite, sucedió lo que Aldemar temía, perdió una materia y su mamá le prohibió seguir entrenando.

Varios días pasaron sin que pudiera montar en su bici, hasta que la profe Olga, preocupada porque lo veía triste, le preguntó qué le pasaba y se enteró de la situación. Ella, que conocía del esfuerzo que Aldemar hacía a diario para sacar las dos cosas adelante, fue a hablar con su mamá para hacerla ver el error que cometía y se comprometió con ella: “si en el próximo reporte de notas le va mal, yo misma voy y lo saco”.

Así, Aldemar volvió a entrenar en las montañas de la cordillera Oriental, sin que las temperaturas inferiores a 10 C°, las lloviznas en lo alto de la cima, la alta nubosidad o niebla densa le preocuparan, todo lo contrario, lo hacían más fuerte.

Poco después vinieron clásicas y circuitos municipales con la escuadra Lotería de Boyacá, en las que pudo destacarse sobre todo por sus condiciones de escalador y prepararse para la que sería la carrera que lo daría a conocer en la región.

Se trataba de la edición número 44 de la Vuelta de la Juventud en Venezuela 2013, competencia a la que debió asistir con una bicicleta prestada por el ex ciclista y entrenador oriundo de Sogamoso, Rafael Acevedo Porras, pues la suya no cumplía con las condiciones apropiadas para la exigencia del circuito.
Familiares y conocidos seguían desde Ramiriquí su participación en territorio venezolano y Aldemar respondía con figuración en casi todos los días de competencia. En la primera jornada evitó el desgaste, como quien prevé que necesitará energía para las próximas salidas; en la segunda y tercera, se adjudicó la victoria, con finales en el parque Glorias Patrias de Mérida y en la Plaza Bolívar de San Simón; en la cuarta se impuso en la contrarreloj individual, demostrando que es un ciclista integral y en la sexta y última etapa le quitó el liderato a su compañero de equipo Yors Santofimio.

Se trató de “una estrategia”, le dijo al terminar la carrera al Diario La Nación de Venezuela. Había que evitar que “nos quitaran el renglón de la regularidad, de allí que tuve que dejar regado a Santofimio”, que terminó en el segundo lugar, a una diferencia de 17 segundos en relación suya.

Con su triunfo, su tierra volvía a sentir el orgullo que un día él mismo sintió tras ver la brillante actuación de Don Mauricio Soler, como él lo llama, su tierra volvía a salir a las calles para recibir a la que ya no era una promesa sino una realidad del deporte que más gloria le ha traído a la región, su tierra volvía a aplaudir el esfuerzo y la humildad, su tierra volvía a creer.

Para su recibimiento, el alcalde del municipio improvisó una radiotón para recaudar dinero entre los habitantes de la región y comprar una bicicleta digna de las competencias de alto nivel a las que Aldemar asistiría posteriormente. La jornada fue todo un éxito, los aportes de la comunidad sumaron ocho millones de pesos, y el pedalista que acababa de coronarse campeón en suelo extranjero pudo escoger la máquina que, dentro del presupuesto, se acomodara mejor a sus condiciones.

“Ese día estaba mi mamita, mi papá y mis hermanos, yo no me lo esperaba” recuerda Aldemar mientras levanta su taza de café, en la única panadería del centro de pueblo que estaba abierta el domingo de nuestro primer encuentro. “Para mi hermano fue un poco difícil cuando le tocó hablar, porque él es muy tímido, la gente quería escuchar—El día que gané la primera etapa fue así y así, en la segunda paso esto y lo otro—y él lo único que dijo fue —No pues gracias a Dios me sentí bien y en las etapas que me favorecían pude hacer diferencia—y ya, no dijo nada más” cuenta su hermano Yeison, también ciclista.

Pero con Aldemar pasa lo que Mauricio Silva Guzmán en su libro Enséñame a ser héroe dice que pasa con Nairo Quintana, “la economía de sus palabras es la más elocuente definición de sí mismo […] él solo quiere hacer su trabajo y hacerlo bien”.

Aldemar pasaba por el que hasta entonces había sido el mejor momento de su carrera cuando la vida le dio sorpresivamente el mayor de los golpes, el 15 de agosto del 2013, el mismo día que cumplía años su hermana menor, su madre partió para siempre a causa de un derrame cerebral.

“Eso fue cuestión de un día” dice su hermano Yeison, mientras fija su mirada en un punto del asfalto contiguo al andén en donde conversábamos. Las dos mujeres de la familia Reyes Ortega se levantaron temprano, como ya era costumbre, y de repente, un dolor intenso se apoderó de la que para Aldemar siempre fue su más grande apoyo. Entonces llamaron a Don Juanito, un taxista de confianza, para que trasladara al hospital del pueblo, ubicado a casi dos kilómetros de la casa, a su ‘madresita’ querida, como él la llamaba. Horas más tarde fue remitida a la ciudad de Tunja y ya cuando caía la noche y los cuatro hermanos se disponían a dormir, ocurrió la tragedia.

Desde entonces, en su hogar, las cosas nunca volvieron a ser las mismas, ahora él y su hermano Yeison, bueno, su hermano más que él, se dedica a cocinar para la familia, “a nosotros nos enseñó una tía que venía a trabajar aquí, […] las diferencias son muchas porque antes nosotros llegábamos de entrenar y mi mamita nos tenía todo, ahora cuando llegamos nos toca hacer a nosotros” dice Yeison, acongojado.

Aldemar le colabora a su papá, Don Siervo Reyes, agricultor y comercializador de frutas, con las tareas que haya que hacer y con algunos gastos, “pero a mi papá nunca le ha gustado que Aldemar ponga plata para el mercado porque él quiere mantenernos hasta donde pueda” dice Yeison.

Pero es que Aldemar ayuda por vocación, basta con recordar la vez en la que en compañía de su hermano visitó la tienda en donde su tía vende miel, cerveza y galgerias y conoció a un niño al que sus papás no tenían como comprarle el uniforme para que fuera a estudiar y sin pensarlo él se lo regaló.

Tal vez, así como la costumbre de ir a misa todos los domingos a las dos de la tarde, heredó de su madre la sensibilidad y generosidad que lo hacen vulnerable ante cualquier necesidad ajena, o tal vez, ni siquiera es consciente de lo que ha hecho y solo actúa como cree que es correcto, no sé, lo cierto es que el don de humanidad es probablemente la virtud que más tiene para admirar.

Uno de los más grandes sueños de su familia, era que al llegar a la categoría Sub23, Aldemar saltara a un buen equipo y empezara a figurar entre los mejores ciclistas de Colombia y así fue, en el año 2014 se vinculó al GW–Shimano Chaoyang–Kixx–Envía–Gatorade, equipo antioqueño dirigido por el técnico Óscar de J. Vargas.

La reconocida escuadra, le suministró a su entrada uniformes, medias, zapatillas, cascos y bicicletas, además de una remuneración económica, la vida le sonreía de nuevo. “Y pensar que cuando inició debió utilizar el mismo uniforme casi durante dos años” recuerda Yeison.

El reto más grande, por su enorme exigencia, era la Vuelta Colombia, la altimetría del trazado sugería que serían los pedalistas más completos quienes se alzaran con la victoria.

La primera buena noticia que se tuvo de su participación en la 64º edición de la ronda cafetera, llegó tras completarse el trayecto de 123.2 km entre Barbosa-Santander y Tunja Boyacá, correspondiente a la tercera etapa. Deportetotalusa.com anunció: “Aldemar Reyes llegó a su tierra a reclamar la camisa Sub 23 de la Vuelta a Colombia”.

Dos días más tarde al finalizar la quinta y más larga etapa del certamen con 202 km de recorrido, Vavel.com informó: “Aldemar Reyes del Gw Chaoyang es el líder de la categoría Sub-23, además de ser el mejor novato de la competición”.

Al día siguiente Fedelian.com titulaba “Aldemar Reyes, el mejor novato de la Vuelta a Colombia hasta ahora” tras subir al podio y recibir por quinto día consecutivo la camisa rosa. Todo era emoción.

Sin embargo, los días que vinieron después no fueron los mejores, varios errores lo llevaron a perder el liderato de la categoría Sub23. Y recuperar el tiempo que había cedido en la marcha de una competencia del nivel de la Vuelta Colombia, no era nada fácil.

Llegaba el noveno día de competencia con un sabor especial, ese día, su mamá cumplía un año de fallecida, “hoy la etapa es por mi mamita” pensó desde que se levantó. El recorrido de 183 km, incluía el ascenso al Alto de las Minas con meta tras el descenso y posterior repecho de La Estrella. Aldemar tenía claro desde el principio que si quería recortar tiempo con respecto a los clasificados en la categoría Sub23, la rueda eran los élites, “era una subida durísima, yo estaba molido, pero pensaba en mi mamita, decía —vamos que si se puede, vamos—“. Y es que en esos momentos como dice Nairo Quintana en la crónica Nairo Sale a entrenar (y el escritor Ricardo Silva Romero lo persigue) “es más importante la cabeza que las piernas”.

Terminó octavo en la clasificación de la etapa, fue el único de su categoría que soportó el paso de los élites en el ascenso de “cuarentaipóngale” de kilómetros, como dice su hermano; recuperó la camisa de líder de la Sub23 y se ratificó como el mejor novato de la competición.

Su debut en el certamen nacional fue aplaudido por aficionados y expertos que reconocieron en Aldemar un talento potencial en proceso de formación. La Federación Colombiana de Ciclismo, título: “Aldemar Reyes, una promesa que despunta en el presente” y agregó que el boyacense dejó una grata impresión al ser el deportista más destacado entre los novatos y también coronarse como el mejor en la categoría sub 23.

Terminó su temporada en el 2014 y tras un corto descanso, retornó a las carreteras que lo vieron crecer en su natal Ramiriquí.

“A él le gusta mucho subir hasta el Bijagual, allá es donde va recapacitar” dice entre risas Yeison. Esto porque según él, cuando no le va bien en una competencia, madruga al siguiente día a entrenar en el páramo.

Y es que es tal vez la ruta que más veces ha recorrido, a Aldemar se le ve tranquilo arriba de la bici, disfruta, se divierte; representa la alegoría del escarabajo disciplinado, obstinado y ambicioso.

Pedalea con soltura a pesar de los más de 2.500 msnm del terreno, mientras toma con fuerza los manillares de la máquina; lleva un casco blanco que resalta con su tez morena, gafas deportivas, uniforme negro, rojo y blanco, medias blancas y rojas y zapatillas blancas; la sensación térmica es de más o menos 5°C; la niebla abraza las montañas que se alzan a lado y lado de la carretera; el cielo se cubre con una manta de nubes grises y deja caer las primeras gotas de lluvia; Aldemar suelta el manubrio y apunta su casaca blanca sin que la frecuencia de la rotación de sus piernas se afecte; los animales permanecen casi inmóviles con el hocico pegado al pasto y las casas a la orilla de la vía contemplan en silencio el ímpetu de esta raza. Y es que hay que reconocer, que tienen algo especial “Somos una raza muy fuerte y sobre todo, las cosas que se propone un boyacense las logra” dice con firmeza Mauricio Soler.

Fuente: BOYACARADIO.COM

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