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 miércoles 06 de enero de 2016

 

Rabottini confiesa: “Mi vida terminó y entré en el infierno”

Foto: USAToday.com

El italiano cumple su sanción por un positivo por EPO

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Matteo Rabottini confiesa su dopaje después de su positivo en 2014. “Nos encontramos en la calle, compré un frasco de EPO de 5.000 unidades y una jeringa por 300 euros. Me fui a casa, la puse en el refrigerador. Me inyecté 500 unidades ese día, 3 de agosto, y 500 al día siguiente, directamente en una vena en el brazo”, relata en La Gazzetta dello Sport. El italiano colaboró con la Unión Ciclista Internacional (UCI) y con el Comité Olímpico Nacional Italiano (CONI) y recibió una sanción de 21 meses que concluye el próximo 6 de mayo. Él asegura que solo pecó una vez y que lo ha pagado con creces.

Rabottini, 28 años, se quedó solo tras conocerse su dopaje. “No tengo a nadie. En el infierno que he vivido me han abandonado todos. Cuando se dio la noticia del positivo, papá lo tomó muy mal (Luciano fue un gran profesional en los días de Moser). Desde entonces, él y mamá no me han hablado más. Dejé también a mi pareja con mi hijo. Dicen que el tiempo lo arregla todo, pero no es así. Es el infierno y ya está. Y no sales. Por eso digo a todos, a los jóvenes: ‘Yo sé lo que es el infierno. No cometas mi error, porque cuando lo conoces no quieres volver. Te lo aseguro. Confía en mí, lo pierdes todo y no hay retorno’, asegura.

El italiano recuerda cómo empezó todo. “Después de 2012 y la etapa en el Giro, no era capaz de volver a esos niveles. No andaba. Siempre había vivido sin dopaje. Pero se necesita poco para cruzar el límite. Donde hay dinero, se hace todo por dinero. Sólo una vez en mi vida como corredor me arriesgué, sabiendo lo que hacía, y lo he pagado. Sólo digo que no me sucederá más”, afirma. Efectivamente, se destapó en 2012, fue el rey de la montaña del Giro pero sobre todo se apuntó un espectacular triunfo de etapa en Pian Resinelli por delante de Joaquim Rodríguez.

“Quería ganar. Quería volver a ganar –continúa-. Y te preguntas ‘por qué no una vez más’. Todo me venía de modo natural antes. Nadie le obliga a un corredor a doparse. Y así llega un día cuando alguien se te acerca, ‘esta EPO es nueva, no se detecta, hace milagros’, y en lugar de eso, la EPO ha destruido todo. El corredor es débil. No he pedido consejo a nadie, de hecho todos me hubieran dicho que no. El deseo era ir contra las reglas y es algo que no puedes decir a nadie, ni siquiera a tu familia. De hecho, lo hice todo cuando mis padres se fueron de vacaciones a principios de agosto de 2014 y yo estaba solo en casa”.

"Un mundo nuevo"

Y señala a quien le suministró la EPO. “Era un exprofesional del Este, mayor que yo. He mencionado el nombre a la Fiscalía antidopaje del CONI, la policía ha investigado”, afirma. “Nos encontramos en la calle, compré un frasco de EPO de 5.000 unidades y una jeringilla por 300 euros. Me fui a casa, la puse en el refrigerador. Me inyecté 500 unidades ese día, 3 de agosto, y 500 al día siguiente, directamente en una vena en el brazo. Era un mundo nuevo para mí, pero en esos momentos no temes nada. No piensas en los riesgos. Para mí era agradable entrar en un mundo nuevo que lo arreglaba todo. Eso tenía que ser el milagro. El 7 de agosto, estaba durmiendo en casa cuando llamaron para un control por sorpresa. Yo estaba tranquilo porque me habían vendido como algo que no se detectaba. A las 7:40 la sangre, después la orina. No pude dormir más en la noche. Te vienen mil pensamientos, miles de preguntas y no hay respuestas. Hasta que esta llegó, sí. El 12 de septiembre, primero un correo electrónico y luego una llamada de la UCI. Yo estaba con mi hijo viendo dibujos animados, el correo electrónico no lo había visto. Eran las 17:30. Ese día mi vida terminó y entré en el infierno”, destaca en La Gazzetta.

Él ha sentido “traicionar la confianza de todos”. “Scinto y Citracca. Nunca, nunca les he llamado desde entonces, porque me daba vergüenza. Traicioné la confianza del seleccionador Cassani, que me acababa de convocar para la nacional. Traicioné a mi familia, amigos. Sólo tengo a mi abuelo Guido, que me llama. Al pasar de la nada al todo, uno se acostumbre inmediatamente. De la nada al todo, es duro”, apunta. “He vendido el coche, todo. Debo pagar 91.000 euros de multa a la UCI por el positivo, el 70% del salario (130.000). Sobrevivo”, asume.

Su hijo de tres años es ahora su motor y su impulso para vivir y regresar al ciclismo. “No podía dormir más de tres horas por noche, era terrible. Pero soy su padre, debo mirarlo con dignidad, no como un estafador. No puedo hacer nada más que correr y empecé a pedalear. Sólo tengo una bici, que me regalaron después de la victoria en el Giro. Yo sabía que tenía que empezar de nuevo con una nueva base. Debía pedir disculpas a todos, decir la verdad, y así lo he hecho.

“Lo mejor fue la carta de Navidad que me dio mi hijo. He encontrado el equilibrio. Cuando corres, vives en una burbuja, te sientes venerado, no te afectan los problemas del mundo, y sin embargo, cuando llegas a la vida real se convierte todo en un infierno. No sabes cómo hacer la colada o las compras. ¿De qué ha servido el dopaje? De nada. Era solo la desesperación, nada más. Sé que no será fácil, pero todavía espero volver a la competición. Sé que puedo hacerlo”, finaliza en La Gazzetta dello Sport.

Con información de La Gazzetta dello Sport y Biciciclismo.

Fuente: Boyacaradio.com

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