Opinion: La lucha entre la sensatez y la soberbia?

Carlos Amaya, actual gobernador de Boyacá, deberá presentar su renuncia a más tardar el 30 de mayo de 2025 si pretende postularse como candidato a la Presidencia de la República en las elecciones de 2026.

El requisito está consagrado en la Constitución, que exige que los funcionarios públicos se retiren del cargo al menos un año antes de la elección presidencial para evitar inhabilidades.

Sin embargo, la situación jurídica no es del todo clara. La Ley 2200 de 2022, en su artículo 112, numeral 7, establece que los gobernadores no pueden inscribirse como candidatos a ningún cargo de elección popular durante el período para el cual fueron elegidos, lo que pone en entredicho la posibilidad legal de una candidatura presidencial desde una gobernación en ejercicio. Frente a este dilema, Amaya ha acudido a consultas con exmagistrados de altas cortes, quienes —según él— han interpretado que en caso de contradicción entre la ley y la Constitución, debe prevalecer esta última.

Desde hace semanas, Amaya ha coqueteado con la idea de lanzarse a la Presidencia, sin hacer un anuncio formal, pero dejando señales en sus discursos y publicaciones. En sus mensajes, ha insistido en que hay intentos por cerrarle el paso político, atribuyéndolos a su origen campesino y humilde. Con ello construye una narrativa en la que se presenta como una figura ajena al poder tradicional, a la que se intenta marginar por representar una amenaza a las clases políticas traficionales. Esta estrategia discursiva, que apela a la empatía de los sectores populares, refuerza una imagen de exclusión, más que una reflexión directa sobre las tensiones legales que enfrenta.

A pocos días del vencimiento del plazo, lo que realmente está en juego es si Amaya tomará una decisión basada en el equilibrio entre sus responsabilidades actuales como gobernador y sus aspiraciones personales, o si optará por enfrentar al sistema desde el lugar simbólico que él mismo ha construido. No está claro aún qué prima en su actuar político: la sensatez o la soberbia.

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