Opinión

 martes 20 de diciembre de 2022

 

Un viejo descubrimiento

Foto: TWITTER

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Nadie iba al cuarto de la vieja casa, los papás decían que no molestaran al abuelo, pero más que eso era no hablen con él, los que se cruzaban con él no lo saludaban y más bien entre risas se referían al abuelo, su paso lento, su espalda encorvada, su voz casi inaudible, era motivo de comentarios no tan agradables, así pasaba los días, Roberto.

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Un día el pequeño Daniel de cinco años, en plenas vacaciones se había propuesto ser un explorador, quería lograr lo mismo que los que recorrían África, el polo norte o esa montaña inmensa que tanto presentaban en la televisión.

El lunes cuando casi todos habían salido de la casa, se había aventurado al Everest al subir al ático de la vieja casa, por una escalera muy empinada que lo obligó a subir casi acostado, pero él, Daniel el explorador lo había logrado.

Recorrió el ático con mucho cuidado prendiendo la linterna que recibió precisamente del abuelo, para sus hermanos un regalo inútil, extraño cómo muchas cosas del viejo, pero para Daniel esencial para todo un explorador, cuando verificó que no estaba Pie Grande, un poco desilusionado bajo del ático.

Cuando amaneció su deseo de aventuras solo se habían incrementado por el programa de tribus salvajes de la Polinesia, decidió que ya estaba listo para la más grande odisea, aventurarse al cuarto del viejo, como lo llamaban, seguro el riesgo de ser atrapado era más grande que el de subir al Everest.

Atravesó el patio donde los árboles de noche se convertían en monstruos como tantas veces sus papás y hermanos mayores le habían dicho, ahora con los rayos de sol, a Daniel no le parecieron tan asustadores, confiando llegó hasta la puerta del cuarto, y ¿Qué tal si lo está esperando al otro lado de la puerta y ya no lo deja volver a su cuarto, y ya nunca más vería a sus papás?

Se acercó a la puerta y vio que estaba entreabierta, no se oía nada, tampoco por la rendija pudo ver algo, prendió su linterna y dejó que el rayo de la luz entrará en las tinieblas, de inmediato un gran telescopio, como esos que se veían en Discovery Kids se iluminó, para Daniel ese era el aparato más increíble, podía ver las estrellas y planetas más lejanos.

Sin pensar abrió la puerta y entró, al dar dos pasos, la voz grave del abuelo resonó como un trueno en la mitad de una tormenta, buenos días Daniel, él trato de volver sobre sus pasos y salir corriendo, pero la puerta al entrar la había cerrado y ahora por más que trataba de darle vueltas a la manija no conseguía que girara…

Su abuelo le dijo, todo está bien, te estaba esperando, ayer vi que subiste al ático, te he seguido desde que empezaste a cruzar el patio, Daniel se volvió ¿Cómo sabía el viejo de sus viajes?

Ven acércate y toma una galleta, entre esas unas de chocolate sus favoritas, Daniel olvidando sus temores se acercó y cuando tenía la boca llena, el abuelo le dijo: ¨Veo que te interesa el telescopio, ¿Quieres ver por él?

Casi sin poder hablar Daniel y con los ojos muy grandes dijo que si, se acercaron al telescopio y el abuelo le puso un pequeño asiento para que pudiera ver, mientras le decía, ahora vas a ver una parte del sol, lo puedes hacer porque en este momento está instalado un filtro especial para poderlo ver sin quedarte ciego

Por un momento Daniel pensó otra vez en salir corriendo, no se quería quedar ciego pero una gran llamarada salto de la superficie del sol subiendo como un rayo de fuego para perderse en la oscuridad, las imágenes de la televisión no se comparaban con lo que veía ahora, pregunto qué fue lo que paso…

El abuelo empezó a explicar, hasta que los minutos se volvieron horas y el sol le dio paso a una luna llena que el niño también quería explorar, cuando los papás lo fueron a buscar, cuando empezaron a decirle que estaba muy mal hecho haber ido ahí, el niño no pudo contener las palabras de admiración y respeto por su abuelito.

Contó los viajes al espacio que en la imaginación de los dos habían hecho, pronto llegaron los hermanos y terminaron en el gran cuarto al fondo del patio que no visitaban, solo para contagiarse de la emoción y ahora profundo respeto de su pequeño hermanito.

Para Daniel esas fueron las mejores vacaciones de su vida, no solo por las aventuras que había tenido sino porque ahora las tenía en compañía de su mejor compañero, cuando Daniel le contó a sus compañeros de su abuelito, todos querían conocerlo y fue precisamente en su sexto cumpleaños que todos celebraron alrededor del telescopio del abuelo, Daniel con solo aventurarse a conocerlo descubrió que la admiración y el respeto abre el camino a grandes amigos sin importar la edad.

Fuente: BRPrensa Digital - Mauricio Salgado Castilla

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