Cultura

 viernes 08 de enero de 2021

 

Raúl Campos: “Entre Juan Gabriel y su empresario, me robaron 100 mil dólares”

Foto: Raúl Campos

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Cada 7 de enero, desde el 2016, Raúl Campos recuerda a Juan Gabriel, con una botella de tequila, brinda porque ese día cumpliría años el divo y rememora que, por culpa del cantante, casi lleva al traste a su empresa de espectáculos.

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Este 2021 puso una y otra vez las canciones de quien fuera su ídolo, a quien admirara con especial atención, pero que no pudo cumplir con su compromiso de hacer una presentación o, simplemente, devolverle cien mil dólares, porque la pelona lo llamó a rendir cuentas.
En la mañana del 28 de agosto del 2016, Juan Gabriel, el divo de México, el artista de los artistas, el compositor de más de 100 grandes éxitos le pidió a su asistente un tanque de oxígeno porque se le dificultaba la respiración.
A sus 66 años estaba un tanto nervioso. Llevaba ya meses con unas molestias respiratorias y acumulaba flemas que le producían una fuerte tos.

Gracias al oxígeno volvió a respirar en forma normal. Unas horas después determinó bañarse y cuando estaba en la ducha, colapsó. Llamaron a los servicios de emergencia, pero ya era tarde: había fallecido.
Según el certificado de defunción, conocido siete meses después de su muerte, el vocalista tenía antecedentes de hipertensión arterial, diabetes mellitus y colesterol alto.
La noticia rodó por el mundo de la música. Las emisoras de baladas comenzaron a emitir especiales con las mejores canciones del astro de la balada. Los locutores hablaban de su historia como cantante, sus anécdotas y sus presentaciones en toda América y Europa.
En Bogotá, el empresario Raúl Campos estaba embelesado escuchando las nuevas canciones de Los 50 Joselito, cuando su sobrino Julián le llegó con la noticia:

--Tiito, le dijo, ¡Murió Juan Gabriel!
--¿Cómo así?, le preguntó el contratador de artistas y se cogió la cara con las manos.
Perdía cerca de cien mil dólares con la noticia.
Entonces Laura, su secretaria, le preparó agua con valeriana, para calmarlo. Lloró un buen rato.
Dos años después del fallecimiento del divo, muchas personas aseguraban que él no había muerto, sino que se fue a vivir a Singapur y sostienen que lo han visto en Mongolia e, incluso, que vinieron por él unos extraterrestres y que en próximos días saldrá un programa en History Channel, en “Alienígenas ancestrales.
Se resisten a creer que Alberto Aguilera Valadez, el ídolo de Parácuaro, Michoacán haya partido al cielo de los compositores.
Pero es que sus canciones no morirán jamás. Las siguen escuchando sus seguidores en turco, alemán, francés, inglés, italiano, tagalo, griego, portugués y hasta papiamento.
Batió los récords de ventas y de audiencia con sus baladas, rancheras, norteñas, flamencos, huapangos, chicanas, salsa, big band y hasta canciones de cuna. Se calcula que vendió más de 100 millones de copias como solista.
Sus duetos con Rocío Dúrcal continúan en la programación de las emisoras románticas. En las serenatas rancheras por lo menos una de sus canciones es entonada y en los entierros nunca faltará “Amor eterno”.
Pero quienes más se resisten a creer que haya fallecido son los empresarios, como Raúl, que le pagaron por adelantado presentaciones y que terminaron en el limbo.
“Como él tenía deudas, hacía que le consignáramos la plata a una señora cubana y cuando él falleció, ella, simplemente, desapareció. A mí Juan Gabriel me quedaba debiendo un concierto, ya pago, para hacerlo en Cúcuta”, cuenta ahora el empresario Raúl Campos.
“Yo lo contraté varias veces, pero era como jugar con una ruleta rusa. Pedía, por ejemplo, decenas de licuadoras para hacer sus jugos. No le gustaba usar dos veces el mismo aparato. A mí me daba como risa, pero lo único que yo hacía, era cambiarle el vaso para que no lo notara”, rememora.

“Para una presentación en Colombia nos pidió que recogiera un avión privado en Miami. Cuando llegaron por él, informaron que estaba en Acapulco, salieron para allá y les dijeron que se había ido para Ciudad de México. Allá lo único que hicieron fue transportar a Bogotá al personal de su oficina. El día del espectáculo apareció con un amigo con el cual había llegado dos días antes, en vuelo comercial”, revela Campos.
Cuando estaba en descanso, pedía una variedad de cócteles y recordaba sus tiempos de niñez, pero se reía de cómo había comprado la discoteca “El Nao Nao”, porque no lo habían dejado cantar cuando era joven y había hecho la promesa de que cuando fuera famoso lo adquiriría a cualquier precio. “Esa historia nos la contó como cinco veces. Era una fijación permanente”, agrega Raúl.
“Era un hombre de misterios, de complejos, de sorpresas. A veces, nos relacionaba el listado de sus amantes y de sus historias sentimentales”, señala Campos.
“A veces se me aparece en sueños diciéndome que irá a Cúcuta, pero cuando me levanto, reaccionó y sé que esa platica se perdió, pero siempre recuerdo con alegría sus canciones”, concluye Raúl.

Fuente: BRPrensa Digital - Guillermo Romero Salamanca

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