Política

 miércoles 28 de marzo de 2018

 

Algunos candidatos van a tener que rezar mucho

Foto: Cortesía.

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Los aspirantes que viven el viacrucis de las encuestas, esperan que orando se les dé el milagrito de resucitar en la intención de voto de los electores.

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Algunos de los candidatos presidenciales van a tener que aprovechar la Semana Santa de la comunidad católica, credo al cual la mayoría pertenece, para rezar y arrepentirse de algunos pecadillos para intentar resucitar en Pascua y enderezar el camino electoral en los dos meses de campaña que restan antes de la primera vuelta electoral.

Los que tienen que orar bastante y pedirle a Dios que les dé una manito son los que no han podido pegar en las asustadoras, dañinas y peligrosas encuestas de intención de voto.

En esa situación están a menos de 60 días para la cita con las urnas del 27 de mayo Sergio Fajardo, quien las estuvo liderando por largo trecho, pero cuando llegó la gran montaña se fue quedando, también uno de los favoritos desde un principio como es Germán Vargas Lleras, quien pasa los días, las semanas y hasta los meses y nada que repunta en las temibles estadísticas de opinión electoral, la misma situación que afecta al liberal Humberto de la Calle, quien con sensatez ha tenido que salir a reconocer que no le ha ido nada bien con los benditos sondeos que cada mes publican los grandes medios de información nacionales.

Entre tanto, los dos líderes de las encuestas el uribista de derecha Iván Duque y el izquierdista democrático Gustavo Petro también tendrán que reflexionar en estos días de recogimiento espiritual, uno más que el otro, para que los ilumine y no vayan a cometer errores que los desinflen ante el sensible electorado colombiano, que hoy está fragmentado o como dicen polarizado entre estas dos opciones presidenciales.

Iván Duque, integrante de una familia de estirpe católica antioqueña, pero bogotanizado, no se puede confiar en su gran repunte de favorabilidad tras su contundente actuación y resultados en la encuesta de carne y hueso que fue la consulta interpartidista de la derecha, complementada por los buenos logros de su mentor Álvaro Uribe y su partido el Centro Democrático en los comicios legislativos.

Los uribistas deben meditar mucho por estos días si hasta el final van a tener éxito con la campaña de generar miedo y susto entre el electorado, lo que han conseguido hasta el momento, de que Colombia sea una segunda Venezuela con el fracasado modelo del socialismo a lo castrochavismo.

Esta estrategia movilizó a muchos votantes el pasado 11 de marzo, lo que hizo disparar la participación en la primaria de la derecha y propició una votación nunca antes vista en los comicios para Senado y Cámara.

La campaña uribista ha tenido tanto efecto que hasta en la inscripción de cédulas para las elecciones de Presidente, cuyo proceso se cerró el pasado martes, se registró una respuesta catalogada como histórica por la Registraduría Nacional del Estado Civil.

Según el primer barrido hecho por esa entidad por lo menos tres millones de colombianos se inscribieron para sufragar en puestos cercanos a sus residencias.

Este hecho tiene una explicación que la justifica la exclamación de la gente, que en las largas filas que se formaron en los tres días previos al vencimiento de dicho proceso, hasta gritaban que “sin importar la lluvia y el calor hay que votar por Duque para evitar que Petro gane las elecciones y se presente un viraje al estilo venezolano”.

Precisamente la crisis por el modelo de gobierno en el vecino país, es el tema de moda en la actual campaña por la Presidencia de Colombia, desplazando a problemas tan graves en este país como la pobreza, la falta de empleo, la seguridad, la crisis en la atención de salud, etc.

Es tan evidente esa situación, que hasta las críticas a varios aspectos del proceso de paz con las Farc pasaron a un segundo plano, entre otras cosas porque las urnas del pasado 11 de marzo redujeron a la mínima expresión como fuerza política a esa exguerrilla y desmontó de plano el otro miedo orquestado desde la derecha colombiana que por la vía electoral, por todas las facilidades que les había entregado el gobierno santista, se iban a tomar el poder.

Además las garroteras en que se inmiscuye a diario su mecenas y promotor electoral con sus enemigos y contradictores, y las delicadas y sensibles propuestas como reducir las altas cortes, atribuidas a revanchismos uribistas contra la Corte Suprema de Justicia, donde es investigado hace rato, podrían alejar al electorado de centro que aún no se decide y que necesitaría el desconocido, inexperto, pero preparado Duque para aplastar a sus rivales en primera vuelta, al estilo de Uribe en el 2002, o que se podría radicalizar contra él en una sí muy polarizada segunda ronda en junio.

Entre tanto, Iván Duque encabeza una procesión de fieles creyentes en él, la que en las últimas semanas ha crecido en feligresía por el ingreso de nuevos “apóstoles” o “acólitos” como Angelino Garzón y Óscar Iván Zuluaga, lo que envía un mensaje de tranquilidad a su cruzada de devolverle el poder al uribismo de conducir el rebaño colombiano.

Entonces Petro es quien tendrá que suplicar o rogar a la divinidad que lo ilumine para hacer entender a los otros millones de colombianos que le faltan, diferentes a los 2.8 millones que lo apoyaron en la consulta de la izquierda, que no es un comunista, un socialista, un castrochavista, que es el físico temor que levanta este exguerrillero del M-19, que fue un buen senador, pero un controvertido alcalde de Bogotá, pues fue malo para los rolos acomodados y ricos del norte y muy bueno para los pobres del sur capitalino.

Pero también tendrá que implorar mucho para que los otros candidatos que están detrás de él en las encuestas, se atrevan a hacer coaliciones con su Colombia Humana y de esa forma ser más competitivos ante la que hoy pinta como la fuerza arrolladora uribista rumbo al poder.

Pero lo que sí es un hecho relevante, es que Petro casi solo es hoy por hoy el candidato de izquierda que más adeptos ha congregado dentro de esa franja de unos ocho millones de colombianos que votan, pero que están indignados con la clase política tradicional. No obstante parece que no logra avanzar en el caudal de votantes que necesita para propiciar un revolcón electoral en un país de fuerte tendencia de derecha y miedoso a los cambios extremos y radicales en el modelo económico, pues la izquierda no es que muestre muchos éxitos sociales como administradora de lo público y lo estatal.

El viacrucis de la tercería

Los que sí van a tener que orar con mucho fervor para que se les haga un milagrito en estos casi 60 días de campaña son Germán Vargas, Sergio Fajardo y Humberto de la Calle.

Este último es culpable de su propio invento de haber exigido para noviembre del 2017 la realización de una consulta, que resultó muy costosa a los colombianos, con una baja participación, que buscaba sacar del llavero liberal a Juan Manuel Galán, Viviane Morales y Sofía Gaviria, y que no ha servido prácticamente para nada, pues De la Calle permanece de quinto entre los favoritos en la carrera presidencial y cada vez perdiendo terreno.

Desde el año pasado intentó acercamientos con las huestes fajardistas, donde todo lo liberal huele mal, pero ahora desesperados se toman un tinto, del cual salieron enredados en leguleyos procedimientos que quedaron en manos de unos de los organismos más politizados del Estado como es el Consejo Nacional Electoral, que tendría que decidir si el candidato liberal puede o no puede saltarse la ley para buscar un procedimiento que lo desate de la obligación de pagar una millonaria sanción si deja de ser aspirante presidencial antes de la primera vuelta.

Estas dos campañas viven un completo viacrucis electoral. Los coqueteos delacallistas de Fajardo tienen muy molestos a los polistas del Moir que no quieren saber nada de los liberales y éstos comenzaron a rebelarse contra su candidato por estar buscando a Fajardo y también a Petro, en contactos que no han sido consultados con los congresistas electos, con el objetivo de intentar acudir dizque a otra urgente consulta o a una encuesta para que haya un candidatura de tercería a las de Duque y Petro.

Congresistas liberales elegidos el 11 de marzo ya están dando la cara protestando por las andanzas en solitario de Humberto De la Calle y amenazan que sí se entrega a Fajardo, unos cogen para donde Germán Vargas y otros hacia donde Duque, lo que ha armando un tremendo alboroto, sobre todo que algunos liberales cojan el camino del uribismo, tendencia que casi acaba o tiene muy disminuido al que fuera el glorioso partido de Uribe y Gaitán.

Las que van a rezar mucho pidiendo a Dios una tercería son las fórmulas vicepresidenciales de Petro, Fajardo y De la Calle.

En efecto, Ángela María Robledo, Clara López y Claudia López se reunirán en la semana pascual, para con un sexto sentido femenino encontrar un remedio que se tomen sus tres compañeros y logren una sola candidatura casi imposible, aunque en política no hay nada imposible, aunque nadie quiere estar al lado de Petro.

El que intentará resucitar este domingo es Germán Vargas Lleras, cuyos seguidores ahora salieron con el cuento que desde este lunes de Pascua es que de verdad arranca la campaña presidencial, en la que lleva cuatro años y nada que logra despegar y tendrá que confesarse para enmendar sus coscorrones.

Los partidos

Solo a partir de la semana de Pascua se estima que comenzará a conocerse el camino que cogerían los Partidos Liberal, Conservador y la U en materia de candidaturas presidenciales.

Estas tres formaciones partidistas sumaron en conjunto más de 5.5 millones de votos en las recientes elecciones legislativas.

Son muchos los interrogantes que se originan sobre si esos votos favorecerán a un aspirante o por el contrario se dispersarán en varias opciones.

La situación conservadora y liberal es de brotes de rebeldía y aunque fueron colectividades que hicieron parte de la desaparecida Unidad Nacional, hoy hay deslizamientos incluso hacia el uribista Duque.

Y en la U aún está por verse si seguirán las directrices santistas de apoyar a Germán Vargas o no le paran bolas a una administración que va rumbo a su epílogo.

Fuente: El Mundo.

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