Juego limpio social

Por Pascual Ibagué

La decisión de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) de otorgarle a la Selección Colombia, que acaba de participar en el mundial realizado en Brasil, el premio al Fair Play o Juego Limpio, no solo nos debe llenar de orgullo, sino de nuevos y nobles propósitos.

Obtener el reconocimiento de que en el terreno se jugó con entereza, lealtad, nobleza y pundonor en defensa de los intereses de la Nación y con respeto, amor y entusiasmo por la profesión de futbolista, debe ser una lección de comportamiento social para todos los colombianos, en cualquier momento y toda circunstancia.

Para que esto sea posible, tenemos que pasar de lucir el tricolor de la bandera durante la realización de eventos deportivos, fiestas patrias o actos protocolarios, a llevar en cuerpo y alma a nuestra querida Colombia, durante toda nuestra existencia.

Ser un colombiano que juega limpio implica ser padres e hijos cumplen sus deberes y hacen realidad sus derechos, funcionarios estatales que invierten los recursos públicos en la cantidad y calidad que se comprometen, servidores de la justicia con los argumentos y ponderación requeridos y prestadores del servicio de salud a los enfermos con la oportunidad, cobertura y magnanimidad necesarios.

Esta actitud ontológica, tiene que estar presente en las actuaciones de educadores, estudiantes, industriales, comerciantes, periodistas, clérigos y todos los integrantes de la sociedad, como una verdadera demostración que el Fair Play es un norma de de vida y no una desmirriada caricatura de buen colombiano.

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