Salud

 martes 12 de diciembre de 2017

 

Músculos en las orejas y otras 4 cosas que tiene nuestro cuerpo y ya no necesita

Foto: Revista Muy Interesante

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Algunos hechos de nuestro de cuerpo que ya no se usan.... ¿será que se perderán gracias a la evolución?

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Fue Darwin quien primero habló de la teoría de la evolución. Para sobrevivir, los seres vivos se adaptan al medio adquiriendo o deshaciéndose de recursos que les permitirán reproducirse más y mejor.

La selección natural es el principio básico que el naturista explica en su aclamada obra El origen de las especies.

El cuerpo humano es el resultado de millones de años de evolución pero aún así, no es perfecto. Hay algunas partes de nuestro cuerpo que ya no las usamos para nada pero que siguen ahí. Al menos de momento.

Aquí te contamos 5:

1. Músculos para las orejas

Los músculos de las orejas están conectados al facial por eso quienes mueven las orejas no pueden evitar mover las cejas.

¿Eres capaz de mover las orejas sin tocarlas?

Hay personas que son capaces de hacerlo porque aún conservan un gen que determina la existencia de tres músculos alrededor de las orejas: el anterior, el posterior y el superior.

A día de hoy esto no sirve para nada pero hace miles de años era útil para poder dirigir las orejas y agudizar el oído. Se dice que los humanos perdimos esta habilidad porque sin depredadores a la vista y sin necesidad de cazar no la necesitábamos.

Sin embargo, esto todavía lo hacen muchos animales. Los gatos, por ejemplo, son capaces de mover las orejas de forma independiente para captar los ruidos que vienen de distintas direcciones.

2. El coxis

El coxis se encuentra al final de nuestra médula espinal y son los restos de la cola que tenían nuestros ancestros y que les ayudaba a mantener el equilibrio.

Ahora que andamos erguidos ya no necesitamos este apoyo pero este hueso se mantiene para ayudarnos a estar cómodos cuando nos sentamos y actúa como un punto importante de anclaje entre nuestros músculos.

3. El apéndice

Cuando el apéndice se inflama se sufre de apendicitis y es muy doloroso.

Con forma de calcetín, el apéndice es una pequeña porción del sistema digestivo que se encuentra en la parte inferior derecha de la barriga, entre el intestino delgado y el grueso.

No cumple una función clara en la digestión. Puede haber sido útil alguna vez para ayudarnos a digerir las hojas o puede que en el pasado nos haya ayudado a recuperarnos de una infección pero los científicos todavía desconocen cuál era su función específica.

El apéndice puede inflamarse dando lugar a una condición dolorosa: la apendicitis que es bastante común y hace que a muchas personas se lo tengan que extraer.

4. Las muelas del juicio

Las muelas del juicio están bien atrás en nuestra boca y cuando salen empujan al resto de los dientes por falta de espacio.



Tenemos dientes con formas diferentes porque realizan funciones distintas. Los incisivos de la parte frontal de la boca ayudan a cortar las piezas del tamaño de un bocado, los caninos puntiagudos son para desgarrar los alimentos más duros tales como la carne, y los molares nos sirven para hacer que los alimentos alcancen una textura que podamos digerir.

Pero hay un tipo de diente del que podríamos prescindir: las muelas del juicio. Están en la parte posterior de la mandíbula y se desarrollan a medida que envejecemos. Generalmente aparecen cuando llegamos a la edad adulta.

Nuestros antepasados las usaban para masticar plantas pero hoy ya no los necesitamos para nada.

El problema que generan es de espacio. No tenemos espacio suficiente para ellos en nuestras mandíbulas, lo que significa que generalmente empujan a los demás dientes mientras se abren camino a la superficie y esto puede llegar a ser muy doloroso.

La culpa de no tener suficiente espacio es del cerebro, que se ha hecho más grande con el tiempo, modificando la forma de nuestra cabeza.

5. Piel de gallina

La piel de gallina nos ayudaba a mantener el calor y a aislarnos del frío.

Cuando sentimos frío nuestra piel se eriza, los músculos se tensan y se crean una especie de protuberancias en la piel.

Nuestros antepasados estaban cubiertos de pelo más grueso. Esto les ayudaba a mantenerlos aislados y calientes ante el frío.

A pesar de que ahora nuestro vello es mucho más fino, el aire todavía se queda atrapado entre los pelos finos de la piel con las bajas temperaturas y nos ayuda a mantener el calor.

La piel de gallina también servía para que nuestros antepasados pareciesen más grandes. Lo usaban como medio de defensa ante una situación de amenaza haciéndoles parecer más temibles. A muchos mamíferos como perros y gatos les sigue ocurriendo.

Cuando tenemos miedo seguimos reaccionando así. Fíjate la próxima vez que algo te asuste.

Fuente: Revista Muy Interesante

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